¿Preservativos? ¡Eso mata el romanticismo!

El amor es algo más que piel contra piel y gruñidos obscenos contra orejas y gargantas. El amor es un sentimiento, una sensación, cálida, suave, intangible, que no se puede contener, y aún menos meter dentro de un pedazo de plástico transparente que degrada el encuentro romántico a la altura de un intercambio mercantil.

dulces-de-amor1Un condón no es un beso, ni una caricia. No hay nada de dulce en un chico saliendo corriendo a la farmacia más cercana para soltar un par de euros y obtener su ticket al paraíso. Entre dos amantes no debería haber más que el calor de sus manos, su sudor y sus gemidos, no una superficie lisa que amortigua las sensaciones e impide el contacto.

Una pareja, si se ama, si se ama de verdad, debería compartirlo todo. Saliva, pasión y sida.

¿No están de acuerdo?

Bien, pues yo no. A mi lo de el intercambio de venéreas porque «es la persona adecuada» no termina de convencerme, pero se ve que a muchos escritores de romance les parece el colmo del romanticismo. Me pregunto si seguirán pensando lo mismo si se dieran una vuelta por la planta adecuada del hospital, o hicieran la búsqueda conveniente en el google imágenes.

Para mi no es raro encontrarme con historias donde no se hace una sola mención a los preservativos.

No voy a ser hipócrita aquí, yo misma los omití fragantemente en mi primera prueba de relato erótico. Una vez lo publiqué, pidiendo críticas para aprender, me señalaron de todo. Fallos garrafales y de principiante, que agradezco muchísimo que me hayan dado. No recuerdo si alguien lo señaló o fui consciente yo misma de que mi personaje no sólo no usaba condón, sino que no estaba precisamente en un intercambio sexual seguro, con desconocidos de otro planeta y eso. Puedo poner como escusa que en el 2160 (más o menos) las enfermedades venéreas han sido erradicadas, pero eso es una gran tontería, y si no está escrito en la narración, no es canon, así que a joderse (y disculpen el lenguaje).

stiles loboEl caso es que yo, como lectora, tiendo a ser muy permisiva en este asunto. Cuando leo que los protagonistas se lanzan el uno sobre el otro sin sacar el profiláctico, una segunda línea de pensamiento se une a la voz de la narración, explicándome: «Es que es una dimensión alternativa donde no existe el VIH, el VPH, la sífilis, la gonorrea, ni nada de eso», o «Son vampiros/licantropos/super guerreros del amor y el sexo, son inmunes a esas cosas», o «Son vírgenes que nunca han estado con nadie ni volverán a estar con otra persona, porque están predestinados a vivir juntos y a no enfermar nunca». Soy muy buena convenciéndome de que las malas escusas son válidas, pero todo tiene un limite.

Anoche estaba leyendo una de estas historias donde un hombre intercambia unas miradas calientes con un desconocido y decide irse con él a su casa. Nada más entrar se da cuenta de que su ligue es hetero (¡uy!) y acaba de salir de prisión (¡doble uy!), pero como lleva mucho tiempo sin tocar una mujer, el protagonista es lo suficientemente bueno para un polvo rápido, aunque sea un hombre. Por supuesto el preservativo ni mencionarlo.

Ahí mi mente estaba chillando, pero de nuevo mi conciencia pacificadora vino al rescate con su saco de escusas baratas. «Es que es hetero y no hizo prácticas de riesgo en la prisión, con otros hombres. Esperó hasta salir para probar, y el prota es la primera vez que hace una tontería como esta. Ninguno de los dos tiene ninguna enfermedad, no seas tonta y sigue leyendo».

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Sida en el 2008. Los países hispanoparlantes no somos los de menor riesgo, exactamente.

Seguí leyendo, por supuesto, y todo parecía bien. El hetero se mostraba como un chico tímido, haciéndose el duro pero en el fondo un blandengue que le gustaba los juguetes con forma de perro, la comida dulce y ser abrazado en la intimidad, y el prota tenía muy claro que lo único que no iba a hacer era compartir y no permitía la infidelidad. Y entonces, ¡giro argumental, sorpresa sorpresiva y quiebre desnucador!, aparece un negro alto, fuerte y con unos atributos que harían sonrojar a Fernando VII, y con dos palabras se lleva al prota a la cama. Entonces, momento estelar, le dice que no tiene gomas y nuestro querido protagonista le chilla desesperado que le da igual y que se la meta ahora o se muere ahí mismo.

Reinciden, todo el día y toda la noche, y decide que el sexo es tan bueno que, después de trece capítulos de tira y afloja con el hetero que ya está enamorado hasta los huesos de él, se va a quedarse con ese nuevo personaje salido de la nada. Fin.

¿En serio? O sea, primero con un exconvicto, que más tarde confiesa que fue violado (y creo que los violadores no usan ni vaselina ni condón en la cárcel, y se pinchan y tatúan con cualquier cosa), y después con un maromo de treinta centímetros de largo que le gusta el sexo violento y no se preocupa de las preparaciones. ¿Hace falta que haga un croquis o podemos suponer que nuestros tres protagonistas de nuestra tórrida aventura se han convertido en un saco de enfermedades con patas, dispuesto a infectar a otros pobres desgraciados que se acerquen a sus redes?

Quizás estoy siendo demasiado crítica con esto, pero ¿saben? Todavía hoy día hay gente que muere de sida, y contagiarse es tan fácil como un segundo de contacto íntimo con 3 de cada diez desconocidos. No sé, a mi las ruletas rusas nunca me gustaron, y cuando leo romance es buscando finales felices, y cuando leo erotismo es buscando un calentón, no una reflexión sobre si un buen polvo vale sus segundos en años de tu vida.

¿Qué opinan ustedes? ¿Son de los anti condones en la literatura?, ¿de los pro condones?, ¿de los que, como yo, tienen una mente con la escusa lista para cada momento?, ¿o de los indiferentes?estaentusmanosponselo

Bueno, al final tuve que poner un cartel.

2 comentarios en “¿Preservativos? ¡Eso mata el romanticismo!

  1. Pienso que los escritores tienen una responsabilidad social cuando escriben y comparten sus historias. En efecto, en las manos del que escribe está el tratar de transmitir algún determinado tipo de mensaje, y justo este que dices, es para tomárselo muy en serio.

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    • Es eso. De la misma forma que no es ético hacer apología al racismo, o a cualquier cosa que no está considerado hoy día correcto, es una gran irresponsabilidad mostrar como romántico o el culmen del erotismo el sexo sin condón. Estás diciéndole a tus lectores que «bueno, podríais tener una relación super intensa y cercana, pero tenéis ese mundano temor a las enfermedades venéreas y mutiláis vuestra historia de amor para hacerla una cosa aburrida». Ese es el mensaje que se les da, y no nos engañemos, no son pocos los lectores menores de edad que entran en estas historias en Internet, y tampoco son pocos los que todavía no han tenido su primera experiencia sexual. No quiero pensar en qué ocurriría si quisieran hacerla tan idílica como en las historias que leen.

      En en cartel rojo chillón, en el cuadro de texto del Deviantart, pone «Los personajes de tus libros se meten en la piel de tus lectores. No permitas que la huella que deje tu pluma en sus vidas sea la del VIH», y lo secundo.

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